Reseña

En agosto de 1978, Albino Luciani, el Papa Juan Pablo I, apareció muerto en el Vaticano. Fue Papa sólo treinta y tres días y, la víspera de su muerte, mostró a su secretario la lista de obispos y cardenales que debían ser destituidos. Enfrentó a personajes poderosos como el director del Banco del Vaticano y, finalmente, la jerarquía eclesiástica aplicó la «solución siciliana» para quitarse de en medio a un Papa que la incomodaba. Tras documentarse de manera exhaustiva, Rosero escribe una hermosa plegaria, una brillantísima recreación literaria que nos acerca a un pontífice que, de manera visionaria, sin dejar de ser sobre todo párroco, se propuso con mano firme atajar los males endémicos de la Iglesia.  

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